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Mes del Activismo

 


Hasta hace unos años se creía que las personas trans estábamos solas, que éramos un grupo minoritario, y que teníamos unas características muy específicas. Las personas cis decidieron que nuestra diversidad no existía, así que la emborronaron hasta reducirla a un puñado de clichés. Eliminaron por completo las disidencias, los enfoques culturales, las violencias estructurales y, sobre todo, se olvidaron que las personas trans somos sujeto político.

 

Antes de hacer un análisis visceral de la situación, así como una disección histórica del problema, quiero aclarar algo. Ese “algo” son diferentes conceptos:

 

El concepto de “ciudadanía” y la pertenencia a este difiere con las distintas épocas históricas. En momentos de crisis –debido a la causa que sea– provoca  que haya personas que queden excluidas y vean reducidos sus derechos –e incluso eliminados– en favor de la “mayoría” consensuada por el resto. Dicho a groso modo: se estandariza y se crea una línea, muy visible en la sociedad debido a la formulación de leyes, donde se genera ciudadanía de primera y de tercera. Ya no de segunda, sino literalmente de tercera clase. Si la sociedad fuera un Titanic y empezara a hundirse, efectivamente, las personas excluidas serían las que se ahogan en el mar aunque existan botes para todas.

 

El concepto libertad. Esa hermosa palabra que ha usado recientemente Ayuso, candidata del PP de la Comunidad de Madrid en las últimas elecciones, ha ido definiéndose. Durante el Humanismo se creó un movimiento en el cual se pensaba que se debía construir una sociedad política más justa. Durante los siguientes movimientos sociales (englobando lo social como un TODO donde incluyo la ciencia, la tecnología, la cultura…) que fueron estructurando el mundo se llegó a ver la “Libertad” como una categoría antropológica donde se definía que las personas somos libres por naturaleza, pero que a su vez sólo somos libres cuando analizamos realmente nuestra realidad. Kant defendía que debíamos eliminar las tradiciones para saber y Durkheim que nacemos inmersas en un conjunto de convenciones socialmente sancionadas donde lo “normativo” nos genera cierta “conformidad”. Así que las personas trans que luchamos constantemente por nuestra libertad, por libarnos de estereotipos impuestos por lo “normativo”, nos vemos coartadas por unas leyes donde no nos incluyen en la “ciudadanía”.

 

No somos libres hasta que conocemos la realidad. La realidad se conoce analizando cada pequeño recoveco de esta, conversando con los diversos grupos sociales, incluyendo en nuestra visión personas diversas y finalmente comprendiendo qué es lo que hay en el mundo. A veces nos han dado una sociedad, con unas reglas que parecen cómodas, pero realmente no tiene que ser un traje que vaya bien a todas las personas. Esas reglas pueden cambiarse incluso cuando son leyes, pues se deben adaptar en un “pacto social” –tal como defiende Rousseau- donde la voluntad general incluya a personas en los derechos que “supuestamente” toda la sociedad tiene.

 

Dicho esto, ahora iré al meollo de la cuestión…

 

Hemos tenido un tutelaje cis durante mucho tiempo. Se nos ha impuesto un discurso que aceptamos porque se nos había “señalado” continuamente como el correcto. Aprendimos desde la infancia que quizá no teníamos los mismos derechos, pues nosotras no éramos “personas coherentes con la naturaleza” cuando la naturaleza es diversa, se niega a no serlo y siempre va a estar demostrándolo. No sólo con las personas, sino con cualquier tipo de animal o especie.

 

También se nos había dicho que si la familia nos daba la espalda era normal, pues no éramos una “bendición”. Al menos, en Europa. En otras partes del mundo tenían una tradición muy diferente, la cual se intentó europeizar y finalmente han terminado regresando a sus costumbres. Quizá porque eran impuestas de fuera, quizá porque no eran realmente buenas, y quizá deberíamos aprender Europa de los pueblos que hemos intentado colonizar y machacar creyéndonos sabedores de las “leyes de Dios”.

 

Así que vivíamos en una sociedad donde se nos medicalizaba forzadamente, se nos secuestraba el discurso y provocaba que creyésemos firmemente que lo nuestro era una patología. No es una patología. La salud mental es importante cuidarla, así como ir a una persona profesional en la materia, pero las personas trans no somos enfermas mentales simplemente por ser trans. También se reducía “lo normal” de “lo raro”. En lo raro estábamos las personas trans e intersex, pero también toda persona cis que no tuviera una orientación normativa. Así que “lo normal” era ser cishetero/a y lo demás era “lo raro” o “la desgracia de la familia”.

 

Admito que durante mucho tiempo tuve que indagar por mi cuenta y riesgo, casi sin información, yendo de aquí para allá como abeja en flor, y finalmente hallé libros, documentales, entrevistas de personas trans de diversas edades (y nacionalidades) generando en mí cierta controversia. Había discursos que para nada casaban con mi imagen mental del tema trans, pero había otros más similares y algunos que estaban en “lo intermedio”. Con el paso del tiempo me percaté que según vives en un lugar u otro, hayas tenido más apoyo o menos, logras tener una vivencia más pacífica o menos con tus genitales, tus rasgos, tu expresión de género… contigo, vaya. Así que la palabra que me vino a la mente fue “DIVERSIDAD”.

 

Por supuesto, no fue hasta los casi 25 años que no me enteré bien de quién inició el Orgullo. Hasta el momento sólo salían tíos cishetero blancos como los “originarios” y en la televisión la “diversidad” era de tíos cishetero blancos muy heteronormativos en su expresión afectiva y muy cisnormativos a la hora de expresar su género. Ni qué decir que el “afeminado” sólo se usaba para la burla, el chascarrillo fácil o darle algo de “color” a la serie, película o show. Así que viví en un mundo donde al hombre gay blanco cisnormativo se le daba mucho peso, pero a personas como La Veneno se la acusaba de ser vulgar, no tener vergüenza y provocar cierta “lástima”. A mí me da lástima Cristina, pero es por como acabó sus días.

 

Me vinculé a una asociación trans porque no quería que mi voz la tomara una persona cis para manipularla, usarla en su beneficio y no luchara jamás por mis necesidades. Poco a poco he ido haciendo ponencias, charlas, desarrollado actividades lúdicas con gente de la asociación y teniendo lazos. El activismo ha hecho que comprenda mejor las diversidades que hay dentro de la T (incluso en orientación) y me ha hecho crecer como persona. Ni que decir que ha habido momentos muy malos, pero también muy buenos y otros especialmente maravillosos.

 

Así que creo que tengo derecho a decir que las personas cis que toman nuestras propuestas, que se hacen eco de nuestro sufrimiento y nos hacen partícipes de una sociedad más igualitaria, tienen mi respeto. A lo largo de los años he conocido gente cis que me ha pedido, de muy buenas maneras, que explicara todo lo que hay en “lo trans” para poder explicárselo a personas cercanas a ellas. También hay gente en redes sociales que se hacen eco de mis necesidades, así como todas las que tiene el colectivo, para que no se olvide que tenemos apoyo.

 

En las últimas semanas he visto discursos por twitter que han sido muy tóxicos, pero que han tenido mucho eco. Hay un pensador que se llama Peter Sloterdijk que vincula nuestra sociedad con una expansión de la vulgaridad. Las buenas maneras, la educación, el autocontrol y la capacidad de dejar exponer a las demás personas su punto de vista (información o necesidades) ha quedado opacada (o más bien amordazada) a favor de la vulgaridad, la trivialidad y la superficialidad. Discursos violentos, llenos de exposición pública con discursos tergiversados, hacia personas que han colaborado en denuncias de acoso sistemático a compañeras trans, que han compartido información de asociaciones trans, que se han esforzado por llevar a sus universidades ponencias de personas trans o que tienen parejas trans han sido ninguneadas y humilladas, expuestas mil veces, y hasta ha provocado que algunas reflexionen si deben tomar acciones legales contra quienes están agrediéndolas. Soy testigo. De mí también se han dicho auténticas salvajadas, pero se ve que es más fácil creerse lo negativo de alguien que lo positivo. Quizá porque nos hemos acostumbrado a la maldad, a los discursos llenos de violencia, antes que a lo positivo.

 

Yo seguiré aquí. Haré mi activismo. Sigo teniendo reuniones para orgullos más inclusivos en mi provincia, manejando información para que personas trans (sobre todo adolescentes o personas trans muy mayores) puedan ser más libres y felices, luchando por la Ley Trans Estatal y celebrando con personas trans que se formalice los avances en su Comunidad Autónoma. Quien me “cancele” por apoyar a personas cis que están un paso atrás, siendo compañeras de lucha y demostrando que el feminismo es inclusivo, que lo haga. Si bien, que no lo haga por bulos que son manifiestamente falsos.

 

Por cierto, en redes estoy un poco “despistado” últimamente y es porque estoy preparándome algunas asignaturas para mi grado universitario. Sin embargo, por privado soy todo ojos… @AngelLestat666 en twitter. Ahí me tenéis. 

 

He decidido llamar a mi entrada "Mes del Activismo" porque no es el "Mes del Orgullo" para celebrarlo como una fiesta. No se puede celebrar nada, compañeres. Nos falta gente, nos falta mucha gente, y seguirá faltando si no hay leyes que nos den derechos a todes. 

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