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Vuestro odio no construye nada.

 


Recuerdo bien como he tenido que morderme la lengua, agachar la cabeza y asumir que no era capaz de exigir mis derechos. Desconocía si tenía derechos, si podía permitir que pisotearan mi dignidad y me ningunearan dejándome al descubierto. Más de una vez he escuchado cuchicheos, insolencias a voz en grito o simplemente me han escupido a la cara la palabra “monstruo”.

 

Nunca he sido indiferente a esas críticas, pues aunque te pongas una coraza terminan calando. Es como la tortura de la gota, la cual es sólo una gotita de agua fría cayendo cada pocos segundos. Cuando te cuentan que eso es una tortura no lo crees, simplemente piensas que no debe ser tan terrible, pero cuando indagas sabes que puede causar un daño terrible. Todas las personas somos esa persona torturada con las gotas de las críticas sociales. Si bien, una persona cis, blanca, heterosexual, con cierto estatus social y cultural… no tiene esos problemas. Las críticas pueden venir de vez en cuando, pero hasta cierto punto pueden asumirse. Para una persona trans, y más en estos días donde las redes sociales echan humo, esa gotita es demasiado seguida.

 

Hay días en los que no puedes más, días en los que te derrumbas, días en los que caes de bruces y lloras hasta que no te quedan lágrimas. Esos días pueden ser en cualquier semana, cualquier mes… Para colmo, como no, se pueden prolongar años. Puede que no se pueda más en cierto momento y acabes con lo más preciado: tu vida. Pero no acabas tú, sino que te han asesinado las personas que te han secuestrado las alas prohibiéndote ser quien eres.

 

Yo solía tener días que se convertían en meses, que parecía que el tiempo no se pasaba. Mi día a día era monótono y mis pensamientos monotemáticos. Iba de la escuela o el instituto, caminaba por la calle hasta el edificio donde vivo, subía por las escaleras cargando en mi espalda algo más que libros y me encerraba. Aprender siempre me gustó, pero odiaba ir al centro de estudios. Iba con miedo y asco, pero cuando estaban algunos profesores y profesoras en el aula todo ese miedo se iba, ese asco se evaporaba y era feliz: aprendía. Si bien, en el recreo, huía de ese ambiente cálido y era expuesto al hostil. Me escupían, quemaban el pelo, pegaban chicles en la ropa, empujaban por las escaleras, me acorralaban en los servicios para susurrarme “lo escoria” que era y por los pasillos era capaz de correr como una gacela hasta la biblioteca. Mi fortín era la biblioteca donde ni desayunaba algo más que libros. Pasaba todo el rato allí metido. Cuando faltaba alguien del profesorado exigía estar allí encerrado.

 

“Siempre estás aquí. Siento que amas leer y escribir, pero creo que no es el único motivo.”

 

Esa frase me la dijo un profesor a mis quince años. Era mi profesor de Lengua y Literatura. Los profesores y profesoras eran conscientes de todo lo que ocurría, pero la legislación no hacía nada. Por aquellos años fue cuando empezó a legislarse, pues un chico perdió la vida por el acoso en las aulas. Si bien, las personas lgtbiq+ (sobre todo las trans) teníamos que tragarnos agresiones incluso en charlas de sexualidad.

 

Pensé que el acoso iría erradicándose. Que cuando las personas crecen se percatan de todo el mal que han hecho, pues llega a un punto que la empatía florece por diversos motivos. El principal de todos es que puedes tener a tu cargo a menores (ya sean tuyos o de algún familiar), tienes más experiencia con otras culturas y personas, te enfrentas a momentos duros o terminas siendo el ojo huracanado de las críticas.

 

Soy inocente al creerlo, la verdad.

 

Fue con alrededor de dieciocho años cuando tuve acceso a Internet en casa. Si bien, ya conocía bien los foros. En los foros podía ser yo, podía expresarme con poemas y escritos. Me gustaba conocer gente de otros países que compartían también sus poemas o impresiones sobre su propia cultura. Era enriquecedor. Conocí mucho sobre otros países a través de leyendas populares, poemas, canciones… Nadie me juzgaba porque yo tenía un nombre masculino y podía ser yo. Mucha gente trans lo hace. Elige personajes masculinos/femeninos/no binaries para sus videojuegos, personajes de rol, Nick en foros o en redes sociales. Si bien, desde hace algún tiempo estoy viendo una persecución atroz a menores en redes sociales, pero también a gente adulta e incluso famosa.

 

Hoy he tenido que ver a una supuesta escritora imitar burlona a Elliot Page. Elliot Page no sabe de su existencia y si la conociera, tal como es de mediocre escribiendo, simplemente respondería a las burlas con una carcajada. Por supuesto, no lo digo esto por misoginia. Es una crítica de alguien que ama leer y escribir, por lo tanto ajo y agua. No digo que sea pésima escritora porque no sé disfrutar de su literatura, pues es que no tiene literatura siquiera propia porque se apropia de libros/ensayos/poemas de otras personas. No me importa decir que esa persona es Lucía Etxebarria por la cual hoy el Partido Feminista, dos mujeres unos diez ladrillos, han ido a manifestarse para que dimita Irene Montero. Por supuesto, no hacen esto en solidaridad con Lucía, sino porque ella comparte un mismo sentimiento: odio hacia las personas trans.

 

Mi abuelo siempre me decía que el odio mueve muchas armas, pero no mueve montañas ni conciencias. El odio no hace que nadie gane, sino que pierda. Mi abuelo había vivido una dictadura donde ser “rojo” era sinónimo de cuneta, ser “gitano” era sinónimo de cárcel, ser “maricón” o “bollera” era igual a manicomio, cárcel, violación y cuneta… Tuvo que ver mucho odio y mucha vergüenza, también mucho dolor y mucho silencio. Supongo que por eso fui criado con respeto y amor. Él es mi ejemplo a seguir en muchos aspectos, aunque otros debido a su educación los evito. Me quedo con lo bueno. Mi abuela igual, ella tenía miedo de decir a quién votaba. Siempre me dijo “no digas a nadie que no conoces lo que sientes y lo que piensas, pues mira como mataron a mi padre fusilándolo”.

 

La guerra al machismo no debe construirse desde el odio. La guerra al machismo debe construirse desde la educación para que todas las personas seamos iguales y libres, sobre todo libres. La libertad es el pilar fundamental de un Estado de Derecho. La libertad es un derecho fundamental que no debe lapidarse con injurias, calumnias, humillaciones y agresiones físicas. La transfobia es parte del machismo, viene de la misma fuente, igual que la homofobia, bifobia… Todas las disidencias son contrarias al machismo porque rompe sus cánones tóxicos. Las personas trans tenemos que soportar cánones cis, prejuicios y perjuicios por no seguir las normas…

 

Las personas trans sólo queremos ser libres, vivir en paz social. Necesitamos que nos protejan de agresiones de todo tipo. He visto a TERF hacer memes y comentarios de “Ojalá te mueras” o “¿Para cuándo te suicidas?”… Mujeres cis, de clase social media-alta, blancas… La opresión que ellas sienten es nimia comparada con la de muchas otras personas, pero esto no se trata de ver quién sufre más… ¡Se trata de no sufrir nadie! Y las personas trans somos humilladas continuamente sufriendo mental y físicamente vuestro odio.

 

Y que os quede clarito… Yo ya tengo todo lo que deseaba como hombre trans, absolutamente todo, y si estoy aquí es para que ninguna de vosotras, ni las que están por venir, destroce otra infancia/juventud trans.

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