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¿Por qué las TERF no se informan y hablan de cosas que 0 les afecta?

 


Muchas personas en el mundo estaban pendientes de la Casa Blanca, los mensajes incendiarios de Trump en Twitter, los informativos donde daban la turra sobre si Biden iba o no a dar un discurso presidencialista e incluso sobre los portales de noticias que hablaban de los numerosos problemas de seguridad por altercados raciales tras las elecciones. El mundo contenía el aliento. 


Otras, las más asustadas porque tienen familiares en centros residenciales de personas mayores o con algún tipo de discapacidad/diversidad, se alertaban por las cifras que van en aumento en nuestro país por covid. Muchas personas dedicadas a la sanidad y a la higiene (tanto de locales, calles, etc…) están sufriendo una nueva ola que se veía venir, pero que muchas comunidades autónomas minimizaron los riesgos y no hicieron nada para prevenir contagios. 


Hay quienes simplemente desconectaron del mundo aislándose de toda la mierda con un buen libro, película, serie, videojuego o evento de rol literario en algún foro aislado de las redes sociales. 


Estudiantes de todo el mundo tal vez encaran su nueva realidad un viernes más, uno donde no iban a poder salir en todo el fin de semana para desconectar, debido a las restricciones por covid. Y, por supuesto, soñando con ese concierto al que no han podido asistir o esas largas noches donde podían bailar sin miedo a que les arrebataran sus años de juventud.
Lejos de ese mundo están los mundos de las TERF. Mujeres blancas, normativas, cis y (algunas) heterosexuales hablando de un borrado de “mujeres” porque su hegemonía es humo. Estas mujeres están en pie de guerra constante con personas por el mero hecho de existir. Me recuerda mucho a las guerras abiertas entre el Norte y el Sur de Estados Unidos por la liberación de los esclavos. Liberando los esclavos no se borraba a las personas blancas, sino que se les daba derechos y garantías a las personas negras. Derechos y garantías, que a pesar de ganar la guerra, aún no tienen porque hasta hace unas décadas tenían autobuses distintos, cuartos de baño distintos, categorías profesionales distintas… Ni que decir de las mujeres negras, ¿verdad? Y, por supuesto, el colectivo de los oprimidos entre los oprimidos: las personas negras del colectivo LGTBIQ+. Ya de hablar de nativos americanos ni hablamos, ¿no? Estos pueblos son los No Binaries de la sociedad racista supremacista blanca de Estados Unidos. 


Dejen ustedes que haga esa similitud porque van a entenderlo más adelante…
Cuando nacemos, al vivir en sociedad, el patriarcado nos oprime. Empieza desde antes de nacer inclusive. Hacen una ecografía y sobre lo que parecen un genital u otro (alrededor de los cinco meses de gestación) dicen: Niño o Niña.


A veces se equivocan. Los genitales no tienen aspecto claro. Muchas veces se somete al recién nacido, a esa pequeña persona que no tiene capacidad de ejercer sus derechos, a cirugías porque su genital parece más de “niña” que de “niño” o de “niño” que de “niña”. Luego a rezar. Por supuesto, se les aplica hormonas y un sinfín de procedimientos médicos para que luego esa persona, al crecer, diga: Pues no soy “mujer”, sino “hombre” o simplemente “¿Por qué lo hicieron? Yo no me siento de ningún género ni sexo binario?”. Un gran dilema. 


Permitan que hable de mí… de mi caso.


Cuando estaba en el vientre de mi madre el médico dijo que seríamos gemelos, pero uno de los fetos hizo “puf”. No es muy inusual. Muchas personas sabrán que bueno hay casos. Los primeros meses puede pasar. Si bien, lo que sí siguió diciendo es que yo era un niño. Mis genitales eran de niño. Todo hacía pensar que era de niño. 


Mi madre compró cosas neutras, pero también azules y le regalaron algunas cosas rosas… A veces, como no, la cosa falla. También porque no tenía mucho dinero y aceptaba ropa de bebé de segunda o tercera mano. La verdad, algunas prendas el bebé se las pone dos o tres veces y ya queda pequeña. Es una gilipollez y una falta de coherencia con el medio ambiente malgastar en ropa nueva, ¿no? Sobre todo si está bien. 


Al nacer, y esto me lo confirma mi madre, le dijeron: “No es un niño”. Mi madre decía que porque ella había visto como yo nacía, como salía de sus entrañas, pero no podía dar crédito. Primero porque tenía muchísimo vello y cabello, después porque le habían dicho que era un niño todo el tiempo.


Hay dos cosas que no se fueron en mi vida nunca: El cabello y el ser niño.


A mi madre le dijeron que el vello y el cabello se caería… ERROR. Tenía seis meses y desde el primer día de mi vida podían hacerme trenzas, coletas, roetes… Las enfermeras se pasaban el día entero haciendo peinados al “bebé raro”. El pediatra, cada vez que iba, no paraba de decirle a mi madre que tenía unos rizos preciosos y que ojalá alguno de sus hijos tuvieran ese pelo. Mi madre se cansó, armó de paciencia y una maquinilla de afeitar. Creo que fue la única vez en mi infancia que me dejé cortar el pelo… El resto de veces salía corriendo, incluso casi desnudo y descalzo, por la calle para que no me cortaran ni un mechón. 


También le dijeron que yo no era niño. Hicieron eso en base a unos genitales. Por eso mi madre, víctima del patriarcado, hizo lo que “toda buena madre” haría y es marcarme con unos pendientes. Porque se sabe que si no pones pendientes a tu hija al nacer es que… ¡Dios! ¡Puedo confundirla con un niño! ¡Un niño debería ser confundido con una nena porque sería horrible! ¡Debemos saber quienes valen para el mocho y quienes para la caja de herramientas! Ustedes me entienden, ¿me siguen? Obvio.


Mi madre me aceptó. Aceptó lo que dijeron los médicos. Si bien, desde que tenía alrededor de dos años mi madre decía que estaba obsesionado con ir al baño con mi padre o con ella. Iba con los dos. Me metía cuando tenían la puerta encajada y me quedaba mirando como se duchaban.


Con tres años y algo… le dije a mi madre que cuándo me iba a crecer el pito. Que yo era un niño como Miguel y Miguel ya lo tenía. Miguel era un amigo de la infancia que conocía semanas atrás en la guardería. 


Mi constante siempre fue saber cuándo me sucederían los cambios que veía en mis amigos. Mis amigos me veían como un niño más. Niño, que no niña. Tenía una “novia” que estaba obsesionada con que ambos pidiésemos cosas de “cocinitas” y muñecos bonitos, incluso carritos de bebé, para poder jugar a papás y mamás. Yo a veces le decía que prefería ser el abuelo… ¡Bendito Miguel que a veces decía que sí a ser el padre y alejarme de mí amiga! 


En casa me gustaba jugar a todo. En ocasiones invitaba a amigos míos del barrio a jugar a las Tortugas Ninja, Batman y Robin o Power Rangers. Mi juego favorito era el del “oeste”. Nunca me gustaron los vaqueros. Me parecían estúpidos. Siempre tan chulos, diciendo que ese era su territorio, pero era de los nativos. Así que a veces jugábamos a las películas del oeste americano… Mi personaje favorito era ser un Siux o un Apache. Tenía incluso un fuerte enorme en casa donde gran parte del territorio era de los nativos y la cosa acababa mal para los vaqueros. 


Mis amigos me veían como un niño. Era un niño. Jugaba a todo. 


Fue al tener siete años, mudarme a un barrio nuevo, y ver como se las gastaban los niños en el colegio. Porque incluso en mi barrio había un niño que prefería jugar con muñecas a jugar a Indiana Jones. Tenía un juego de Indiana Jones. Es un ladrón de tumbas, pero el juego estaba chulo. Tenías que evitar maleficios y mil chorradas similares a la película. Era divertido. A él le aburría. Él quería darle de comer a mi Coco Liso o Baby Feber. A veces jugábamos a ser chef. Éramos grandes chef. También he jugado con él a ser veterinarios con peluches… Mi gata Luna (Sí, me mola Sailor Moon) no se prestaba a ponerse estetoscopio y unas vendas. 


En mi vida siempre me han intentado explicar que mis genitales son de un sexo y género. Sexo y género impuesto al nacer, llevado a Registro Civil y que me ha marcado en muchos sentidos. Cuando había exámenes se esperaba que las niñas sacaran más notas en ciertas materias, pero no en otras. Yo sacaba buenas notas en todo salvo en educación física por mi asma, problemas de hiperlaxitud, etc… También porque a las niñas les tocaba saltar comba, hacer circuitos chorras o jugar vóley cuando los chicos jugaban baloncesto o fútbol. A mí me gusta el fútbol, pero jugar. Me gustaba el hecho de jugar, de correr con los compañerxs y ser uno más. Nunca fui uno más. 


En clases me insultaban porque no iba con falda, me quemaban el pelo porque “si era machorra no podía llevar el pelo largo, ya que las machorras lo llevan corto”, por no usar colores “bonitos” sino otros más apagados (los usaba porque era muy alto, tenía mucho cuerpo y mi ropa la compraba en la zona masculina adulta… ojalá hubiese habido otro tipo de prendas más vistosas)…


Cuando dije que quería estudiar Historia, Filología Hispánica o tal vez Empresariales. Me dijeron que debía hacer magisterio. Me gustaba eso de ser profesor, pero quería serlo de Historia. No quería ser una “maestra” de primaria. Porque si no os habéis fijado el magisterio sobre todo se ve mucha mujer en primaria, pero pocas en secundaria y menos en universidad. Desde hace unos años está cambiando, pero es así. Incluso me advirtieron que no servía para matemáticas al ser una mujer… Me lo dijo otra mujer, una profesora.
No terminé la universidad y no porque no valiese, pues tenía acoso y amenazas. Acoso y amenazas por no acostarme con tíos cis que querían que dejase de ser “machorra”. Según ellos si me metían una polla entendería bien que yo era, sin lugar a dudas, una mujer que amaba las pollas y no era una machorra.


Error… confundir identidad (impuesta en esta ocasión por la sociedad) con gustarte uno u otro genital. Verán ustedes: Soy un hombre trans, que tiene vagina, y que no se siente menos que un hombre con pene. De hecho, me siento igual que uno con pene. No me siento menos ni más. Salgo con otros hombres (con pene o sin pene) y a veces he dicho que abro la posibilidad a alguien NB que me enamore. Obvio que esa persona me tiene que enamorar a lo bruto, a lo apoteósico, y me saque fuegos artificiales o la conozca como supuesto hombre cis y… vaya… se dé cuenta que no lo es. 


Durante toda la charla de estas mujeres sobre la Ley Trans de Towandas y Tasia Aránguez dando motivos por los cuales se oponen a la ley trans… se han visto burradas enormes. Están recopiladas la mayoría en este hilo de twitter al que podéis acceder por el siguiente link: Hilo de Gem Muay

Una de las burradas es que dicen que la ley registral, que no es ley trans aunque les salga del toto llamarla así, del 2007 se puede burlar y personas sin hormonas acceder al cambio. Mira no. Voy a dar ejemplos (tres):


Primer caso
Dos años antes, casi tres completos, antes que se hiciese realidad y se aprobase por el Parlamento Andaluz (CHORPRECHAAAAAA incluyendo el grupo PP) la Ley Trans Andaluza que fue propuesta por la asociación ATA-Sylvia Riviera (dentro de la Plataforma Trans) y apoyada por otros grupos del colectivo… Yo tuve que ir a una UTIG. 


Una UTIG que me denegaron las hormonas más de dos años. Me aceptaron darme las hormonas cuando la ley se aprobó. No querían dármelas. El motivo era fácil: Yo no era un hombre trans cisnormativo y heterosexual. No salía con mujeres, no tenía un aspecto cisnormativo y no lo quería. No al menos vistiendo. Me gusta la ropa colorida, aunque prefiero combinarla y no ser el payaso de Micolor (pa payasos ya tenemos a las TERF y sus aliados de VOX). Así que bueno… Ni siquiera cumplía con todos los roles y gustos masculinos. No era un hombre trans que amaba el fútbol, que era forofo de un equipo y quería follarme a toda mujer que se ponía a tiro. Lástima. 


Cuando llevaba un año de tratamiento pedí, de rodillas, a mi médico que dijera que llevaba dos de hormonas para adelantar el proceso porque no encontraba trabajo. Nunca lo encontré. Tenía barba antes de las hormonas, era alto, ancho de espaldas, con manos grandes… ya de por sí en los estándares cis de belleza “femenina” no entraba. Con hormonas menos. Mi médico aceptó. Lo hizo. Tardé tres meses en tener cita con el Registro Civil + nueve para que me lo aprobaran + dos semanas para tener otra cita para recogerlo + otro mes para tener el DNI nuevo + un mes más después del DNI para tener mi permiso de conducir + (y aún no lo tengo realmente) 3 años de cambios de documentación que aún no ha concluido (documentación de estudios).


Aunque yo hubiese pedido ese favor a mi médico nada más ir a la consulta para pedir el inicio de todo… Aún estaría esperando creo que los documentos.


¡Ojo! Aquí hablo de sexo también en el DNI. Que esa ley registral reformada no te pide los dos años de hormonas ahora pero sólo para el nombre. ¡Coño! ¡Lo mismo que podía hacer gente cis y sin tener siquiera que pedir cita! 


Y seguro que el tipo del registro civil no se acogería a normas antiguas e intentarían desnudarlas en pleno despacho con la frase de: Quiero saber si te has operado. Quiero ver si tienes tetas o no.


Segundo
Un compañero quiso ponerse un nombre neutro con la nueva reforma, pues ya cambiaría el sexo cuando se aprobase la Ley Trans o tras unos años de hormonas. El tipo del juzgado se burló de él, no se lo concedió y tuvo que proceder a denuncia. 


Tercero
Casos varios de amistades mías que aún teniendo dos años de hormonas no querían cambiarle el nombre porque era “demasiado femenino” o “demasiado masculino” y “biológicamente” pues no eran mujeres u hombres. Tuvieron que proceder a quejas, enseñar la ley o intentarlo en otros juzgados.
Que no hablen de cosas que no saben.


Sobre que hablamos de almas… ¡Volvamos a los nativos americanos! Esos hermosos pueblos nativos (tanto del norte, centro y sur de la hermosa y variopinta América no blanca que no da fatiguita con Fake News).


Las personas nativas tenían en varios de sus pueblos/culturas opiniones muy diversas, pero todas favorables, hacia personas LGTBIQ+. No veían mal la homosexualidad, no veían mal el lesbianismo, no veían mal sobre todo las personas trans… Para muchos de estos pueblos las personas trans teníamos una tercera alma que nos hacía diferentes. Incluso se nos consideraba muy sabias. Para estas personas éramos referentes. En muchas poblaciones se exterminó con la religión cristiana, pero en otras prosiguió como en México con las Muxes.
Si queréis reíros de culturas antiguas que desconocéis por completo… adelante… pero es que además de transfobas os tenemos que llamar racistas, incultas y soberbias. Un bonito pack.


Yo no creo en las almas. Creo en la energía que transmitimos las personas. Hay energías positivas que nos impulsan a cuidarnos unas a otras, que influye de forma armoniosa en la sociedad, que nos da la libertad de ir a más y ofrecen soluciones. Luego hay energías neutras, que tienen sus claros y oscuros. Y, por supuesto, las de energía negativa que no construyen sino que destruyen, que imponen sus criterios, que no escuchan y no dialogan. Estas personas son violentas, oscuras, tóxicas y que en vez de preguntar… golpean.
No creo en las almas, creo en la energía que se pone en lo que se hace. Cuando muera veré si estoy equivocado o no. Yo sé que cuando muera estaré feliz porque al menos he vivido una vida que quería, he sido quien quería y he podido tener ciertas metas cumplidas. Hay gente que conozco que no podrá, que quedó en el camino, porque se suicidó. También conozco casos de compañeras que han sido violadas, golpeadas y asesinadas tanto aquí en España como fuera de España. Las mismas compañeras que son señaladas en redes sociales por estas “mujeres que tienen miedo de ser borradas” pero no les importa si nos borran a base de insultos, calumnias y acoso hasta la muerte o simplemente nos violan y nos pegan un tiro. Gente que cuando mueren y las familias dicen que eran hombres trans… salen y dicen que mienten, que mienten también los colectivos, porque era una mujer y no lo que “nosotros” nos empeñamos en decir.  


A mí no me oprimen por haber sido mujer, me oprimieron por calificar un coño como mujer. Por una clasificación absurda. Del mismo modo que se oprime a los hombres cis a comportamientos violentos, dejando sus sentimientos a un lado como si fueran de débiles e injustificados, porque tienen pene. Nos oprimen por imposiciones de roles patriarcales en cuanto a nuestros genitales, sexándonos como si fuéramos pollos en una granja y decidiendo si valemos para una cosa u otra. Después nos marcan como a ganado a una parte, la que tiene coño, con unos pendientes y a los otros los marcan diciéndoles que no pueden usar laca de uñas, ponerse pendientes o usar prendas coloridas porque eso no es lo que deben mostrar. 


Lamento haber querido ser breve y no haber podido, pero estaría dando datos y rebatiendo tonterías todo el día... y sólo de esta "supuesta" charla informativa.

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