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Y en Abril...

Disculpen por poner algo tan personal, pero hace tiempo que no publico por mis estudios. Si bien, lo que voy a poner me hizo ser el hombre que soy y no las hormonas, ni las cirugías, ni ser trans... Fue la educación. Quiero rendir tributo.

Siete. Siete vidas tiene un gato. Siete días tiene la semana. Siete fue la destructiva tormenta que condenó a Egipto por no dejar ir al pueblo elegido. Siete es un descosido. Siete son los años sin ti.

2 de Abril del 2012. Una fecha más en el calendario para muchos, ¿dónde estabais? Yo me hallaba frente al ordenador, intentando que las horas pasaran, sintiéndome solo después de haber terminado mis estudios de secretariado y sin saber qué hacer con mi vida.

Intentaba despreocuparme un tiempo. Las prácticas habían finalizado, las notas se habían entregado y llevaba algunos días “libre”. Pensaba en empezar una dieta más sana y ejercicio, para mejorar mi salud, pero también en las empresas donde debía llevar mi curriculum con mis nuevos flamantes estudios.
Hablaba con una amiga, a pocos kilómetros, intentando reírme de esto y aquello. Conversaba con otras a cientos de kilómetros de literatura, rol, música… ocio… Todo lo que fuese “olvidar”. Olvidar, ¿cómo ella lo había hecho? ¿Olvidar todo? Un borrón.

Tenía cuatro años cuando mi padre decidió dar por completo la espalda a sus responsabilidades. Mi madre decidió hacer lo correcto. Despertó de la opresión. Tomó las riendas de su vida. Dio un portazo a todo el dolor y me abrazó, pero lo hizo para dejarme al cuidado de mis abuelos. Ella iba a trabajar de nuevo, se divorciaría y emprendería un camino que aún recorre. Los besos de mi madre venían en las noches, cuando estaba en la duermevela, las caricias y las conversaciones a duras penas los fines de semana. Mi abuelo era quien me abrazaba, mi abuela quien me daba los mejores besos, y entre los dos me enseñaron a amar más si cabe el hogar.

Crecí junto a una pila de libros, juguetes sin género, películas infantiles y western. Aprendí a cocinarme solo, a llegar solo a casa y a preocuparme por mi abuelo que a veces hospitalizaban. Solo con siete, ocho, nueve, diez… solo. Solo unas horas, pero eran las más importantes. Me hacía el almuerzo, o simplemente lo calentaba, estudiaba y hacía los deberes. Cuando mi abuela llegaba ya estaba merendando frente al televisor viendo alguna serie, ¿sería Sailor moon? Tal vez. Me acompañó mucho tiempo.

Mis modelos a seguir era un hombre que dejó el alcohol, el tabaco y decidió vender su coche para comprarme la mejor cuna, poder ejercer de abuelo y sentirse orgulloso. Mis modelos era mi madre, atada a una fregona de por vida, luchando por darme una educación decente, ropa y comida. Mis modelos era mi abuela, que ejercía de madre, y que a veces venía a recogerme con un trozo de fruta.

Recuerdo salir de clases de inglés disparado a los brazos de mi abuelo, tener mi merienda y volver a casa dando un paseo. Al llegar estaba ella preparando todo para después la cena. Nos sentábamos en el sofá, terminaba mis tareas y luego jugábamos a las cartas, hablábamos o simplemente me echaba en el sofá viendo alguna serie con los dos.

Mi madre llegaba demasiado tarde, pero tenía una segunda madre que suplía ciertas necesidades.

Una madre que fue envejeciendo, que casi se volvió loca cuando mi abuelo finalmente falleció cerca de unas navidades que creía que serían felices como siempre, y que lentamente fue convirtiendo nuestros recuerdos en un borrón. Empecé a ser su padre, su hermano fallecido cuando joven, el chico al que le compraba “el cuponcito”, un desconocido… A veces, sólo a veces, su nieto.

“Ponme guapa que va a venir a llevarme a dar un paseo”
“¿Quién?”
“El padrino. Ha dicho que vamos a pasear.”
“Abuela, nunca quisiste salir con él a pasear.”
“Ay, tonterías. Sólo no tenía ropa bonita. Ponme algo bonito. Me va a llevar.”

Llamaba “Padrino” a su pareja, a su Francisco, al Rubio… ¿Sería porque siempre fue padrino y jamás fue padre biológico? Y aún así ejercieron de padres de mi madre, que era su sobrina, y la amaron como si fuera un pedacito de ambos.

Y a los tres días de esa conversación vino a ella para dar ese paseo.

Hoy está cerca el 2 de Abril. Hoy he pensado en ella. He recordado las cosas que me decía a veces. He querido llamarla pesada porque me abrazaba demasiado y me llenaba de besos, de esos que suenan a hueco, cuando estoy cansado y quiero dormir. Hoy he recordado esas siestas. He pensado en las travesuras con el abuelo cuando le hacíamos fotografías despistada, sin arreglar… Hoy he pensado en vuestras coletillas…

“¿Adónde lo llevas?”
“A pasear.”
“No le vayas a llevar a comer por ahí.”
“…”
“He hecho ya la comida. Ni se te ocurra.”
“Yo lo llevo donde quiera.”
“¡Padrino!”
-Portazo-
“Vieja del infierno… tú y yo vamos a ir donde nos de la gana.”

//Os extraño. Extraño demasiadas cosas.

Extraño el melón frío en un patillo pequeño, el soniquete del dominó y el sol dándome en la cara en la terraza. Igual que el burbujeo del tinto de verano, la libretilla con los garabatos y los “garbanzos” que contaban quién iba ganando.
Echo de menos como ella se paraba a nuestro lado, con las manos en jarra, y nos miraba a punto de pegar un chillido porque era casi la hora de la cena y estábamos tomando fruta… //

“Se os va a quitar el hambre.”

¿Por qué no puede volver esa infancia? No tenía mucho, no fui a largas excursiones a otras ciudades porque no había dinero, pero siempre podía ir a la playa algún día y regresar deseando tomar un helado de fresa y nata, recostarme en el sofá y ver la televisión a vuestro lado.

Pronto será feria… los carruseles, tómbolas y el sonido de los coches de choque me traerán más recuerdos…

Pero me seguiré riendo cuando vea una pizza recordando que nunca supiste cómo llamarla correctamente y terminabas llamándola la cosa esa redonda. Abuela, gracias por todo...

Hace dieciocho años que él se fue a dar un paseo y hace siete que ella decidió salir a buscarlo. Espero que durante el paseo estén divirtiéndose y conversando como siempre.//

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