Hace mucho tiempo que comencé a
comprender que si quería ser auténticamente libre debía dejar de
aceptar discursos foráneos e iniciar el mío propio. Me senté ante
el ordenador, agotado de lidiar con la transfobia en mi antiguo
instituto e intentando ocultar las últimas cicatrices, mientras
pensaba de manera insoportable, pues mis neuronas echaban chispas, en
encontrar información que realmente fuese contrastable y no se me
sumiese en una patologización tras otra.
Evidentemente, con diecisiete años, no
sabía demasiado que era eso de “patologización” y tampoco
“transfobia”. Únicamente sabía que era la transexualidad y que
yo la poseía, como quien posee un antojo en una nalga. Era algo con
lo que había vivido, condicionado mi vida y provocado que madurara
demasiado aprisa.
Busqué miles de foros, usé el
“Bendito Google” y aún así sólo encontraba basura. Pocas
personas trans hablaban por sí mismas y las pocas que lo hacían
parecían autómatas. Caí en un bucle de depresión. Intenté
nuevamente el suicidio y lo deseé más que años atrás, poco
después que mi abuelo muriera. Con casi dieciocho años tuve que
asumir que si quería ciertos cambios en mi vida tenía que aceptar
largas charlas con un psiquiatra.
¿Por qué? ¿Por qué tenían que
analizar si estaba “cuerdo” o “loco”? Durante un tiempo rumié
esa idea. Si bien, acabé asumiendo el riesgo con veintiséis.
No era lo único que me molestaba. Como
he dicho antes, pocas personas trans hablaban por sí mismas. La
mayoría eran marionetas y todas parecían ser heterosexuales,
asumiendo roles muy cis y con la palabra “biológico” para las
personas cishetero o cisgays que tomaban el control de sus vidas. ¿Y
nosotros qué éramos? ¿Creaciones en laboratorio?
Con treinta años, casi treinta, llegué
a ATA y allí me hablaron de tú a tú. Eran personas trans, hablaban
mi idioma, comprendían lo que sentía y me dieron la guía necesaria
para poder ser libre. ATA-Sylvia Rivera es parte de la Plataforma
Trans (donde hay numerosas asociaciones como ATA que están de Norte a Sur, de Este a Oeste e incluso se hallan en las "Islas afortunadas") y está reivindicando nuevamente esto que os narro:
Por nosotras, las personas trans,
hablamos nosotras.
Para explicar nuestras necesidades,
estamos nosotras.
Para escribir comunicados a la prensa,
sobre actos transfóbicos, estamos nosotras con nuestras asociaciones
dirigidas por personas trans.
Nuestras asociaciones las deben dirigir
personas trans.
Las personas cis son aliados, pero a un
paso atrás o al lado... ¡Jamás delante!
Nuestra voz, nuestra necesidad.
Nuestra exigencia de políticas
sociales (en salud, educación, etc) debe estar en base a las
necesidades comunes que todas tenemos.
Nosotras, no vosotras las personas cis.
Tachad de radical el discurso si
queréis, pero no nos importa.
Cuánto dolor y cuánta fuerza cargan tus palabras. Cuando encuentre el tiempo leeré a fondo las entradas de este blog. Por ahora sólo quiero decir que las personas trans ponen el cuerpo y el alma en la lucha, y merecen que el mundo cambie para mejor.
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