La vida es un golpe tras otro. Nada más
despertarte tienes que hacerte a la idea de distintos lastres. Aún
así debes mantenerte con el ánimo de progresar sin detenerte, pues
quien se detiene pierde el tiempo y acaba rindiéndose. Para una
persona como yo que ha aceptado que debe convertirse en algo similar
a un viejo samurái, el cual está lleno de reglas en cuanto al
honor, el respeto a sí mismo o la honestidad es aún más duro el
progreso; aunque termina mereciendo la pena.
Aprendí desde pequeño que tenía que
afrontar lo que veía en el espejo, pero con el paso de los años esa
sabiduría, ese poder aguerrido, se deterioró y, como una vieja
armadura, comenzó a oxidarse. Mis ojos perdieron el brillo y
quedaron mates. Recuerdo con dolor que una vez me tocaron el hombro
en plenas clases. Apenas conocía a la joven que se sentó a mi lado,
sonrió con cierta delicadeza y me preguntó si honestamente me
encontraba bien porque había apreciado cansancio en mis ojos. No
eran ojeras, sino el semblante y la mirada vaga hacia la pizarra.
Quedé en silencio y únicamente respondí con una sonrisa a medio
gas, como agradecimiento, para luego asegurarle que sólo no había
tenido un buen descanso. Mentí, como mentí siempre con cada moratón
y momento de depresión.
Desde que tengo capacidad de escribir
he tenido una libreta, dos e incluso tres. Las uso indistintamente
para recetas de cocina, pensamientos, garabatos o cualquier idea que
se me ocurra. Son agendas, poemarios y todo a la vez. Es “el cajón
de desastre” que suele ir conmigo. Ahora incluso tomo notas de
reuniones o eventos señalados para apuntarlos en mis redes sociales,
difundirlos o simplemente hacer un comentario jocoso sobre algún
hecho a destacar de la noche, tarde o mañana. Hace unas semanas
rescaté una vieja libreta, la cual estaba sin rellenar por completo, y me di cuenta que había un viejo poema que apenas había comenzado
a escribir. Hoy he decidido terminarlo. He aquí:
“Soy el dolor que yace en el
silencio,
el cual ahogas con canciones
prohibidas;
las mismas que te conducen al nirvana
y prolongan unas horas más tu vida.
Este es el maldito precio
de ser diferente y disidente de ideas
vacías.
Has pagado con oro, diamantes y tu alma
el ser la oveja negra, el pez a contra
corriente, el necio...
Eres infeliz porque nadie te comprende,
pero a la vez entiendes que es lo único
que te ata.
Si dejaras que te pisotearan, amigo
mío...
¿crees que sería mejor o diferente?
Soy el dolor que yace en tus heridas,
esas que tienen sal y escuecen todavía;
las mismas que ya no son temidas
y que se han vuelto parte de tu
filosofía.
Son los mandamientos del transeúnte
que camina vagabundeando por las calles
en busca de un alma que lo acompañe
y que con un disparo de verdad todo lo
calle.
Sigue así, pues los locos terminan
siendo felices.
Sigue así, pues los genios se
contradicen.
Sigue así, pues encontrarás tus alas.
Sigue así, romperás las riendas que
te atan.”
Por supuesto, si alguien se ha parado a
comprender mínimamente el poema -o es simplemente transexual- se
dará cuenta de lo que estoy hablando. El Cistema, con sus Cisnormas,
con su superioridad de grandes y elocuentes discursos en contra de
nosotras las personas trans tienen grandes privilegios que no desean
soltar y si pueden te humillarán. Y si lo tienen es porque nosotras
les dejamos. Somos seres llenos de sentimientos y luz, pero muchos se
encargan en ensombrecernos y ocultarnos. Las personas trans siempre
hemos estado ahí... que no te engañen, pues esto no es una moda.
Somos las flores que otros decidieron arrancar o pintar de otro color
porque la Reina de Corazones así lo quiso y decidió.
Está dedicado a todas las personas de la Plataforma Trans, pero sobre todo a las personas de ATA-Sylvia Rivera y muy especialmente a los que siempre están ahí luchando porque nuestra voz no se silencie. Por supuesto, también quiero agradecer a los familiares de aquellos que nos apoyan, así como a los amigos que son hermanos que decidimos elegir con sumo cariño.
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