Cualquier persona, en cualquier lugar
del mundo, se pregunta quién podrá amarlo con sus defectos y
virtudes, con aquello que lo engrandece y empequeñece, pero sobre
todo muchas personas trans alguna vez lo hemos pensado mirándonos al
espejo mientras intentábamos amarnos a pesar de las cisnormas, la
transfobia, el machismo implícito en todas las cosas horrendas que
suelen destruirnos y anclarnos a un dolor demasiado lacerante, así
como los pensamientos más pesimistas sobre nuestra vida porque la
violencia, física y verbal, es continua incluso cuando sólo es
silencio. Por eso siempre nos preguntamos quién podrá amarnos
aunque para muchos estamos incompletos, cosa que es absolutamente
falsa y aún así nos lo intentan inculcar para que nos
menospreciemos y menoscabemos nuestra fuerza como guerreros o
guerreras.
Recuerdo que cuando era pequeño
deseaba que me quisiera mi padre. Mi padre era una figura importante
para mí, como para muchas personas, pero no era la mejor figura, o
mejor dicho ejemplo, en el cual reflejarme. A pesar de todo él jamás
me impuso juguetes “por género” sino que me regaló una
equipación de fútbol, trenes, rompecabezas, libros para colorear
sin importar el personaje que se mostrase o la encuadernación de
este, balones de baloncesto, coches, cocinitas, muñecas, peluches de
todo tipo y cualquier cosa que mi madre o mi abuelo le insistieran
que debía comprar. Por supuesto, muchas veces lo hacía para
comprarme y no porque realmente quisiera verme feliz. Su
comportamiento en su trabajo era nefasto, dilapidaba el dinero que
teníamos, tenía comportamientos machistas porque veía a mi madre
como un objeto de su pertenencia y el alcohol, como otros vicios,
eran su pan de cada día. Sin embargo, recuerdo que quería que me
quisiera y jugase conmigo como los padres de otros niños de mi
barrio.
Aclaro que la primera vez que me desperté en mitad de la
noche, confuso por el sueño y también muy asustado, lo vi gritando
a mi abuelo, que estaba ya muy perjudicado del corazón, y a mi
madre. En ese momento supe que no quería parecerme a él jamás,
pero aún deseaba que me quisiera y quisiera a mi familia. Con el
paso del tiempo, cuando ya alcancé los 9 años, tenía claro que
no necesitaba su cariño en absoluto. Nos abandonó dejándonos con
deudas, mi madre hundida en depresiones, mi abuelo intentando
levantar una economía maltrecha y a mí con la sensación que yo era
el culpable de todo. Fue mucho antes de mis 5 años, así que con
los 9 ya había madurado a base de golpes con el tiempo y contra
la realidad. Yo no tenía la culpa, la culpa la tenía él. Yo no era
un mal hijo, sino que él fue un mal esposo, un mal padre y un mal
hombre. Así que me absolví sin necesidad de un Padre Nuestro y no
sé cuantos Ave María.
Supongo que esto se puede equiparar a
lo que vivimos todas las personas trans con la sociedad. Me explico.
Este mismo proceso lo he vivido conmigo mismo y el espejo, el amor y
las relaciones interpersonales de todo tipo. Siempre he querido
encajar, pero me di cuenta que la culpa no era mía. Nunca voy a
encajar porque todos somos diferentes, ya que somos muy diversos.
Incluso las personas cisgéneros son diversas, ¿por qué voy a
regirme por unas normas o cánones cuando nadie las sigue a raja
tabla? ¿Por qué voy a modificar mi alma para que otros se sientan
cómodos y me amen? Es que no me amarían a mí, sino a una mentira.
Por eso he soltado lastre poco a poco y me he ido encontrando a mí
mismo. En el camino me he dado cuenta que hay cosas en las que me
parezco a mi padre y es lo poco bueno que dejó en este mundo:
creatividad. Por supuesto, él despilfarró su creatividad, como
escritor y como artesano, en ser un mentiroso compulsivo y estafar a
otros; por mi parte intento usar esa creatividad para narrar lo que
siento en un papel -poemas, ensayos, novelas, escritos breves,
redacción de noticias o artículos de opinión- e incluso usarla en
el día a día para manejar situaciones complejas para adaptarlas a
como soy y no adaptarme yo a como “debería ser”.
Tengo 31 años y he tenido demasiadas
relaciones personales y puedo decir que algunas han sido como
“personajes” que se podrían calificar de nefastos porque han
sido egoístas, machistas, cisnormativos, orgullosos en el mal
sentido de la palabra, violentos y también, aunque los menos,
insípidos o simplemente no hemos sabido encajar nuestras vidas. Al
principio buscaba que alguien me quisiera, pero no me quería ni yo.
Me despreciaba por seguir ciertas cisnormas y cuando me deshice de
ellas me di cuenta que no hace falta que me quieran. Es cierto que
muchas veces quisiera tener una pareja para compartir ciertos
momentos de una forma más especial que con un familiar, un amigo o
conocido. También el sexo es mucho mejor cuando se está en pareja
porque se formula de una forma más íntima y fluida. Sin embargo, ya
no es mi meta. Yo me quiero, me aprecio muchísimo, y aunque digan
que tengo mucho ego sé que no soy una belleza, que tengo mis
defectos y mucho por mejorar. Aún así me amo. Me amo con lo bueno y
lo malo. Incluso amo mis ojeras cuando no duermo adecuadamente,
también con agujetas, con el pelo revuelto recién levantado o con
el delantal sucio después de horas cocinando -ya que es una
actividad que me relaja y que fue durante un tiempo mi profesión-
porque soy así; es decir, me amo en cualquier momento. Al mirarme al
espejo sonrío y no siento que estoy viendo una distorsión.
Sé que muchas personas se preguntarán
a qué viene esta entrada y es porque hay quienes necesitan darse
cuenta que no necesitan pareja, ni amigos a montones, y tampoco una
familia que no te aprecia tal como eres. Se requiere primero amor
propio y después vendrá todo lo demás. Quien te vaya a amar que te
ame tal como eres así como vas a amar a esa persona.

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