Recuerdo que cuando comencé a ir en
peregrinación para conseguir mi primera oportunidad laboral fue
terrible y desalentador ver los muros que se colocaban ante mí. A
veces ni me tomaban en cuenta el curriculum. Había lugares como
Manpower que me rechazaron el curriculum al entregarlo en la sede que
está próxima a la oficina del INEM de Jerez de la Frontera. Por
aquellas fechas, hará unos cuatro años, comenzaba con las hormonas,
tenía algo de peso extra -ya no tanto como en otros tiempos- y
llevaba un aspecto algo ambiguo. Me dijeron que no me ajustaba a
ningún perfil que tuviesen, pero es que ni siquiera tomaron la hoja
que extendía ni me dijeron lugar online alguno para poder
inscribirme. La cisexista muchacha me miró de arriba hacia abajo,
con cara de asco, y sentí como sus ojos miel claros atravesaban los
míos. Aún la recuerdo a ella, el sonido clasista de sus tacones y
sus hermosos labios pintados de rosa fuxia negándome la entrada al
mundo laboral.
También fue terrible ir como becario,
sin cobrar un céntimo, en los distintos puestos de trabajo y lo
único que recibía eran felicitaciones, palmaditas en la espalda y
un “te avisaremos”. Jamás lo hacían. Preferían darle mi puesto
a hombres cisgéneros y mujeres cisgéneros cisnormativas antes que a
mí, un hombre transexual que a leguas se mostraba reacio a llevar
una máscara para contentar al empresario de turno. Ni como
administrativo, ni como secretario, ni como cocinero y ni como
camarero conseguí nada. Mi aspecto no era el normativo, por lo tanto
no era agradable. Ni siquiera para estar en los archivos pudriéndome
y quedándome medio ciego en las viejas pantallas de los trastos
inútiles que llamaban ordenadores, pues estaban antiguos y todavía
usaban el Windows XP.
Diez años han pasado desde que comencé
a tocar puertas, ir de un lugar a otro con más grados superiores,
cursos y cursillos; pero nada ha cambiado. Ni siquiera ahora que
tengo mi DNI en regla. Esto es un pueblo y todos saben quién soy y
de qué pie cojeo. La mayoría de las empresas saben quién soy, han
visto mi curriculum y se abstienen a veces a renovar los datos que
poseo. También es cierto que vivo en el sur de España y esta
provincia es cabeza de lista del paro.
Si para un hombre trans, que tiene
ciertos privilegios frente a una mujer trans -ya que ellas tienen aún
un peso extra de machismo-, es difícil no quiero imaginar cómo lo
será para una joven que aún no tiene los documentos en regla y
tiene que poner la mejor sonrisa ante unos datos que la ahogan y
vulneran su verdadera identidad. Conozco a muchas chicas trans,
muchas de ellas aún son estudiantes y no tienen todavía ese
problema. Sin embargo, no es el caso de la siguiente protagonista.
El caso me llegó primero por twitter a
media mañana, después fue apareciendo por los distintos lugares de
transexualidad y no-binarios a los que soy asiduo y finalmente la
Plataforma Trans, y por medio de ATA, me apareció el comunicado en
contra de lo que Corte Inglés había hecho con esta chica. El caso
lo podéis leer en los siguientes link y también como ha reculado la
marca.
Link -Única objeción a este link. No es LGTBIfobia tan sólo, es TRANSFOBIA. Con las letras muy grandes y a modo neón.
Nota de prensa de la Plataforma Trans: Link
Link - Rectificación del Corte Inglés.
No es la primera vez que promueven el
odio hacia la comunidad LGTBIQ+ o vulneran nuestros derechos. Me
importa muy poco que hayan pedido disculpas, pues el agravio está
hecho. En una sociedad diversa no podemos aceptar ni tolerar que
estas personas con un “disculpa mi transfobia” se vayan de
rositas. El Corte Inglés tiene un pasado muy oscuro contra la
comunidad al completo. Tenemos memoria, señores.
Por cierto, aquí quiero ver comentarios de los típicxs que nos dicen que nosotrxs es que no queremos trabajar. Sí, de esxs que nos dicen que simplemente somos unxs vagxs y que queremos vivir de la Seguridad Social gratuita. Por favor, que se manifiesten. Necesito que tomen una cucharadita de esta medicina.
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