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Triple acto transfóbico a una menor trans.



No hay nada mejor para reforzar tus principios e ideales que observar como el periodismo orina sobre estos creyendo que hacen un “favor” a la comunidad a la que perteneces. Cuando hablo de “comunidad” todos sabemos que me refiero a transexuales, transgéneros, intergéneros e intersexuales que vivimos conjuntamente en el otro lado del muro, en un lugar precario y oscuro, donde se nos ha recluido para que nuestra voz no sea importante y nuestro aporte a la sociedad sea pisoteado y ninguneado por todxs.

Cuando visito a una de mis hermanas, o simplemente quedo con ellos, observo la inocencia de su hijo más pequeño. Todos los niños tienen cierta malicia aprendida con el tiempo, debido a la convivencia en una sociedad tóxica, pero intento ver la bondad que hay en sus ojos y siento nostalgia de una infancia como la suya: una infancia limpia. Posiblemente tendrá sus guerras en el colegio, motivadas a veces por rencillas pequeñas entre compañeros y nada más. Al menos, eso espero. La protección a la infancia en un mundo cada vez más cruento, más tecnológico e ineficaz con leyes que amparan a menores que cometen salvajadas, absolutamente brutales, es cada vez menor e ineficiente.

Para mí los niños son el futuro, lo cual no deja de ser el clásico eslogan de un partido político cualquiera, pero realmente lo son. Tal y como eduquemos a los niños serán jóvenes responsables y adultos que logren dar un fruto cuantioso, beneficioso y necesario para renovar la savia de esta sociedad caduca y enferma.

Los menores trans están expuestos a mayores problemas que un menor cis. Tienen que comprender primero qué les ocurre, lo cual en muchos casos provoca lloros, incertidumbres, nerviosismo y confusiones durante algunos años. Confusiones de no saber cómo se lo va a tomar sus padres, sus amigos o él/ella mismx. Incertidumbres ante lo que vendrá en un futuro, cómo evolucionará su cuerpo y sobre todo si hay freno para ello. Así como nerviosismo y problemas derivados a la falta de tacto o entusiasmo por el resto de sociedad para encajar que es una pequeña personita que tiene criterio y sabe quien es.

Ahora imaginen lo complicado que es ser adolescente. En algunas comunidades autónomas, que no en todas, existen los llamados “bloqueadores” que evitan que los jóvenes transexuales tengan la fisionomía de unos rasgos vinculados estéticamente, y asumidos por toda la sociedad, como de un sexo determinado. Hay trans que deciden no tomar hormonas, pero hay otros que lo necesitan porque lo desean para su bienestar mental. Pues imaginen que tienes que lidiar con ese asunto y además soportar que te estén juzgando en la calle con insultos. Aclaro que la palabra “travesti” descontexualizada es un insulto, pero que las personas travesti son para mí maravillosas. Si bien, una mujer transexual cuando se le llama “travesti” es con menosprecio, para burlarse de ella y menoscabar su identidad.

Un juez de Vinarós, que espero que jamás sea padre o familiar de una persona trans o de una persona en general, ha determinado que «Travesti de mierda, maricón, tienes vagina o pene» a una menor de 16 años no es delito. Estas agresiones transfóbicas deben acabar y sólo puede hacerse mediante una Ley Trans Estatal y no lo que se aprobó hace unos días que sólo es para modificar un trámite meramente administrativo. Pero, para más inri, tenemos que soportar que el periodista del panfleto donde aparece la noticia califique esta agresión como homofóbica. Señxr míx, sólo le diré que primero se informe y después desate sus dedos sobre el teclado de su oficina. El lenguaje que ha usado anula la identidad de la joven transexual calificándola de hombre, pues habla de homofobia y no es un acto en lo referente a su sexualidad, que podrá tener otra muy distinta a la heterosexual, sino a su identidad.

Como vemos... triple agresión:

  1. Los insultos en la calle.
  2. El juez que ningunea su derecho a la dignidad y a la integridad de esta joven.
  3. El periodista y el propio periódico que anula su identidad.


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