No hay nada mejor para reforzar tus
principios e ideales que observar como el periodismo orina sobre
estos creyendo que hacen un “favor” a la comunidad a la que
perteneces. Cuando hablo de “comunidad” todos sabemos que me
refiero a transexuales, transgéneros, intergéneros e intersexuales
que vivimos conjuntamente en el otro lado del muro, en un lugar
precario y oscuro, donde se nos ha recluido para que nuestra voz no
sea importante y nuestro aporte a la sociedad sea pisoteado y
ninguneado por todxs.
Cuando visito a una de mis hermanas, o
simplemente quedo con ellos, observo la inocencia de su hijo más
pequeño. Todos los niños tienen cierta malicia aprendida con el
tiempo, debido a la convivencia en una sociedad tóxica, pero intento
ver la bondad que hay en sus ojos y siento nostalgia de una infancia
como la suya: una infancia limpia. Posiblemente tendrá sus guerras
en el colegio, motivadas a veces por rencillas pequeñas entre
compañeros y nada más. Al menos, eso espero. La protección a la
infancia en un mundo cada vez más cruento, más tecnológico e
ineficaz con leyes que amparan a menores que cometen salvajadas,
absolutamente brutales, es cada vez menor e ineficiente.
Para mí los niños son el futuro, lo
cual no deja de ser el clásico eslogan de un partido político
cualquiera, pero realmente lo son. Tal y como eduquemos a los niños
serán jóvenes responsables y adultos que logren dar un fruto
cuantioso, beneficioso y necesario para renovar la savia de esta
sociedad caduca y enferma.
Los menores trans están expuestos a
mayores problemas que un menor cis. Tienen que comprender primero qué
les ocurre, lo cual en muchos casos provoca lloros, incertidumbres,
nerviosismo y confusiones durante algunos años. Confusiones de no
saber cómo se lo va a tomar sus padres, sus amigos o él/ella mismx.
Incertidumbres ante lo que vendrá en un futuro, cómo evolucionará
su cuerpo y sobre todo si hay freno para ello. Así como nerviosismo
y problemas derivados a la falta de tacto o entusiasmo por el resto
de sociedad para encajar que es una pequeña personita que tiene
criterio y sabe quien es.
Ahora imaginen lo complicado que es ser
adolescente. En algunas comunidades autónomas, que no en todas,
existen los llamados “bloqueadores” que evitan que los jóvenes
transexuales tengan la fisionomía de unos rasgos vinculados
estéticamente, y asumidos por toda la sociedad, como de un sexo
determinado. Hay trans que deciden no tomar hormonas, pero hay otros
que lo necesitan porque lo desean para su bienestar mental. Pues
imaginen que tienes que lidiar con ese asunto y además soportar que
te estén juzgando en la calle con insultos. Aclaro que la palabra
“travesti” descontexualizada es un insulto, pero que las personas
travesti son para mí maravillosas. Si bien, una mujer transexual
cuando se le llama “travesti” es con menosprecio, para burlarse
de ella y menoscabar su identidad.
Un juez de Vinarós, que espero que
jamás sea padre o familiar de una persona trans o de una persona en
general, ha determinado que «Travesti de mierda, maricón, tienes
vagina o pene» a una menor de 16 años no es delito. Estas
agresiones transfóbicas deben acabar y sólo puede hacerse mediante
una Ley Trans Estatal y no lo que se aprobó hace unos días que sólo
es para modificar un trámite meramente administrativo. Pero, para
más inri, tenemos que soportar que el periodista del panfleto donde
aparece la noticia califique esta agresión como homofóbica. Señxr
míx, sólo le diré que primero se informe y después desate sus
dedos sobre el teclado de su oficina. El lenguaje que ha usado anula
la identidad de la joven transexual calificándola de hombre, pues
habla de homofobia y no es un acto en lo referente a su sexualidad,
que podrá tener otra muy distinta a la heterosexual, sino a su
identidad.
Como vemos... triple agresión:
- Los insultos en la calle.
- El juez que ningunea su derecho a la dignidad y a la integridad de esta joven.
- El periodista y el propio periódico que anula su identidad.

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