Muchas veces hemos sido usados por los cisgéneros para ser objetos de experimento, es decir, cobayas. Nos han usado para tener subvenciones, reconocimientos, hacer méritos y jugar a ser Dios. También para que saquemos la tarjeta de crédito y nos gastemos un dinero que no tenemos poniendo las ilusiones en unas cirugías que, en la mayoría de ocasiones, no son estrictamente necesarias y no permiten siquiera que disfrutemos de la vida, pues pueden quedar con cicatrices terribles o crearnos enfermedades que no teníamos.
La medicina avanza, pero parece que los
profesionales del sistema no. El sistema está basado para la
comodidad de una minoría que se cree mayoría, aunque es falso. La
desinformación hace fuertes a los que se creen los amos de la
verdad.
Para muchos nuestra infancia no existe,
para otros es triste y complicada y para Juan Gavilán es feliz.
Puede que muchos trans ahora mismo frunzan el ceño, nieguen, se
alteren inclusive y se muevan incómodos en la silla. Es posible,
pero el señor Gavilán tiene la rotunda razón y certeza que la
infancia trans existe y es feliz, aunque tiene una salvedad, un
pequeño pero, un matiz enorme que trunca esa felicidad: La infancia
trans es feliz sólo cuando el niño es aceptado, amado y comprendido
por su familia, amigos y el resto del entorno tanto educativo como
social.
Los niños trans los conozco bien
porque yo he sido uno. He sido un niño trans. Todos los trans hemos
sido niños, igual que todos los cisgéneros han sido niños. Él
decidió investigar como antropólogo la infancia de los niños trans
porque quería saber qué consecuencias negativas y positivas tenían
su infancia hacia los adultos que somos.
Hay cosas que le llamaron la atención
y voy a enumerarlas: El amor por los cuentos, la pasión por los
personajes con magia y que desobedecen órdenes del mundo en el cual
se rodean, las brujas, las sirenas, las alas y el poder volar.
También le pareció necesario incidir en el cambio en los pequeños
cuando al fin lograban ser aceptados y como olvidaban el dolor, el
maldito rechazo, en cuanto sus padres, y la gente que lo rodea, lo
toman entre sus brazos y les dicen “te quiero hijx míx”.
Recuerdo con añoranza como obligaba a
mi padre a que me leyese cómic y cuentos. Creo que era lo poco
amable que hacía por mí, a pesar de su ludopatía y las enormes
broncas que tenía con mi madre. Ella sufría malos tratos
psicológicos y también una profunda dejadez por parte del
“patriarca” de nuestra pequeña familia, pero a veces tenía la
amabilidad de contarme cuentos. Si bien, es un cuento en especial el
que solía pedir a mi madre constantemente. El cuento lo contaba
incluso fuera de épocas navideñas y a veces notaba que cambiaba
cosas, aunque nimias, y yo se lo hacía saber.
“Érase una vez un árbol distinto a
los demás de su alrededor. Todos tenían cambio de vestimenta
durante las distintas épocas del año. Incluso en invierno, con el
frío que hacía, quedaban desnudos mostrando sus ramas como si
fueran las astas de alces. Sin embargo, él no. Él tenía siempre el
mismo aspecto porque poseía hojas perennes. Nunca echaba una hoja al
suelo para que los niños pudiesen pisarlas y hacer “crash, crash,
crash...” y jamás podía sentir como se llenaba sus ramas con
hojas pequeñas que crecían, crecían y crecían hasta abrirse y
convertirse en un enorme follaje. Siempre tenía esas hojas
diminutas, las cuales a veces se cambiaban por otras de manera
imposible de ver realmente. Se sentía incomprendido, frustrado,
dolido... Incluso algunos tenían frutos y él, sus frutos, eran
semillas que no lograban hacer germinar a otro igual.
Cierto día una estrella fugaz se
colocó en su copa, puntiaguda como si fuese una pequeña montaña, y
suspirando pensó que pronto se iría como las aves y cualquiera que
llegaba a visitarlo. Él no era nadie extraordinario. No obstante, se
quedó. Se quedó ahí arriba iluminando un pequeño camino hasta que
llegó una pareja y bajo este decidieron tener su hijo, pues su gran
copa los refugiaba del frío invernal. Allí nació un niño hermoso
y desde ese día empezó la peregrinación. Primero lo fue de tres
ilustres personajes que dejaron oro, incienso y mirra y después de
pastorcillos que hasta el momento ni siquiera lo miraban. La estrella
no se movió hasta que María y José, como se llamaba la pareja,
decidió marcharse con su pequeño junto al resto de visitantes. Se
sintió muy solo cuando eso pasó, pero pronto se daría cuenta que
cada año, por las mismas fechas, lo visitarían la estrella y
pastorcillos que recordarían el haber conocido a Jesús, el cual
sería la luz y esperanza de su pueblo.
Desde entonces el arbolito llamado
abeto es el árbol de la navidad y cuando la fecha viene se coloca la
estrella, presentes para los niños y lo adornan para que aún esté
más hermoso. Todos lo abrazan, bailan y cantan a su alrededor
alegres canciones. Ya no envidia a nadie, ya lo tiene todo. Tiene
amor y respeto de los demás árboles y también cumple un cometido
con los hombres y mujeres del pueblo.”
Se repite la aceptación, el respeto,
el amor y la ilusión de ser querido como en otros cuentos. También
diré que yo no me veo vinculado a brujas poderosas o sirenitas que
deciden pasar un enorme calvario, que se recogen el pelo y pasan por
grutas terribles llenas de peligros, pero sí por vampiros. Lestat de
Lioncourt es el apodo que me di en la red hace años cuando inicié
mis escritos y es el nombre de un personaje de Anne Rice que me
acompaña desde los 8 años. Me apasionaba Poe, Lovecraft y el
moderno Prometeo me suscitaba un gran interés. También me enamoré
de las Star Ligth que eran guerreras que cuando no luchaban eran
hombres apuestos, amados por sus fans por sus bellas voces ya que
eran talentosos cantantes y que no dudaban en ayudar a otros como si
fueran simples humanos.
Él habló de alas porque nos sentimos
“libres” y citó a varios artistas trans y niños trans que
tenían eso como sueño o ambición: alas, volar...
En mi caso escribí “Ángel de alas
metálicas” e hice un correo adjunto a esa novela, así como poemas
llamados “Ángel de alas rotas” o “Ángel de alas negras”.
También escritos como “alas” del 2009 acreditan ese hecho, el
cual hice bajo el nombre de Amaury:
“Solo, amargado y solo
Tocando con la yema de los dedos lo que
es la agonía de estar solo, del silencio por completo únicamente
roto por mis pasos o por mi propia voz. Encerrado en mi habitación
con las persianas echadas, la puerta con el cerrojo y la luz apagada.
Quería estar solo. Necesitaba esa hiel de raíz amarga, estar jodido
por el silencio y ser golpeado por él. Las paredes de mi habitación
estaban cargadas de estanterías y estas de libros, además de viejos
recuerdos.
Conecté mi reproductor, di a play, me
puse los cascos y aquella melodía procedente del infierno-según
muchos-retumbó destrozándome los tímpanos y sintiéndome al fin
libre. Creo que en ese momento mis alas surgieron de detrás de mi
espalda, alas negras y algunas grisáceas. Mis ojos se quedaron fijos
en una fecha, mis labios se cerraron con violencia y apreté los
puños antes de abrir la boca y soltar un alarido... creo que dolió,
sí dolió un huevo sacar la libertad de detrás de las cadenas.
—La música te hace libre, te libera,
como la literatura y el arte verdadero. El alma de un autor no se
encierra, se deja al libre albedrío.”
U otros como los siguientes:
Pero aquí se ve el cambio porque ya en
2013 tenía la esperanza de empezar con las hormonas en breve:
Después de su magistral ponencia
vinieron las preguntas y no perdió el tiempo cierto político
ilustrado, gran “mente”, que soltó que los niños trans no
podían saberlo y que no tenían suficiente información, pero que
desde la política siempre estuvieron apoyando a los trans. ¡Mentira!
Ya salió a relucir durante la anterior ponencia que eso era una vil
mentira. Así que simplemente diremos que Gavilán le calló
respondiéndole que son niños, saben que el sexo está en su cerebro
y no en sus genitales. De igual modo Mar Cambrollé intervino y
algunos más de entre el público.
Sólo puedo decir que me siento feliz
de haber conocido a un hombre cisgénero que no intenta
patologizarnos, sino vernos como seres pensantes y sintientes. Muchas
gracias a Mar Cambrollé por invitarlo, a él por participar y a
todos por revolverse contra ese individuo. ¡Estamos en lucha!
PD: También pido a voces que ese libro suyo, el cual no quieren reeditar, que lo hagan. ¡Señores de las editoriales cosas así necesitamos y no fasquines asquerosos como los que ustedes no dudan en reproducir como los folletitos de Háztelo Mirar!
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