No hay nada más agresivo contra los
transexuales que una persona transexual utilizando la transfobia en su lenguaje verbal,
escrito o ambos contra sí misma y el
colectivo. El lenguaje lo es todo en una sociedad donde nos
comunicamos continuamente incluso cuando nos encontramos aislados en
nuestra habitación. Las redes sociales son un arma de doble filo y
la información tiene un feedback casi instantáneo. La vida moderna,
aunque más solitaria e individualista en muchos aspectos, es un
escaparate de quienes somos y lo mucho que nos gusta expresar día a
día cómo somos, con quiénes estamos o qué deseamos ser,
realizar... Sin embargo, siguen usándose términos o terminología
inadecuada que provoca segregación y rechazo entre aquellos que
están libres de la huella cis y su normativa; por supuesto, hablo
del colectivo transexual y transgénero, aunque digamos que todas las
comunidades tienen esta piedra en su zapato.
La gran piedra en el zapato de una
persona transexual, o transgénero, son las siglas con las cuales se
identifica como individuo del colectivo. Digamos que para
visualizarse y conseguir información se recurre a ciertos términos
que son inadecuados o están desfasados porque se han demostrado
erróneos. Los principales son “MTF” y “FTM” que son siglas
de “Hombre a Mujer” y de “Mujer a Hombre” en terminología
anglosajona. Lastimosamente esta terminología aún hoy se ven en
informes médicos en provincias donde la despatologización ya es un
hecho, como es el caso de Andalucía, y en el cual la persona
transexual tiene que luchar activamente para que “la eminencia”
reconozca que está herrado y que genitalizarlo es un error de
manual.
Comencemos porque no es “Hombre a
Mujer” o viceversa...
Las personas transexuales, al igual que
las personas de distinta forma de amar, no se hacen sino que nacen.
Habrá quienes dicen que la sexualidad tiene diferentes factores y no
sólo el puramente biológico, pero una realidad es que es imposible
de cambiar o modificar la conducta de una persona homosexual,
bisexual o pansexual. Posiblemente habrá muchos vendedores de humo
que aferrados a sus estampitas milagrosas, cual beata de misa de 8,
digan que pueden hacerlo y griten a los cuatro vientos que tienen una
cura milagrosa a base de rezos, exorcismos y peregrinaciones a
Lourdes.
Un niño conoce su sexualidad cuando
comienza su etapa de pubertad, pero su sexo e identidad sexual
comienza a comprender, reconociéndose sin miedo debido a su
inocencia, a los 3 años y se hace definitiva entorno a los 7 años.
En este proceso puede haber una mínima confusión, un lugar a la
duda, debido a que existen los géneros fluidos. Si bien, la mayoría
de los casos demuestran que esta pequeña persona tenía razón. Es
curioso que muchos se echan las manos a la cabeza diciendo que un
niño no puede saber este tipo de cuestiones, pero es curioso que a
las personas cisgéneros nadie les haya preguntado jamás si
realmente están seguros sobre su sexo. Ellos afirman que siempre lo
han sabido, ¿por qué no podríamos ser iguales nosotros? ¿Qué
cambia? Cambia la desinformación y el ombliguismo que es una
patología muy seria entre personas que se creen “normales” y por
lo tanto “mejores” hacia las personas transexuales y
transgéneros.
Por lo tanto un niño transexual o una
niña transexual sabe que lo es desde su más tierna infancia y vive
con eso una pubertad, juventud, madurez y ancianidad hasta el fin de
sus días. Entonces podemos determinar que es un proceso de reconocimiento y no de
transición. No transitamos, eso lo dejamos mejor para los vehículos
por las calles y autopistas de los diversas ciudades o países, sino
que nos reconocemos como quien se mira al espejo y puede decir “Soy
yo”. Y precisamente ese momento en el cual nos miramos al espejo,
desnudos y sin posibilidad de vuelta atrás, sentimos cierto vacío
porque sabemos que el trato que se nos da no es el que realmente
deseamos.
Es cierto que hay transexuales que
jamás desean hormonarse o hacerse cirugías. No importa si es por
problemas médicos, miedo a las consecuencias que pueden darse,
circunstancias familiares que retrasan su inicio, tal vez también
laborales o simplemente porque no quieren. En las primeras causas se
puede recurrir a las distintas asociaciones transexuales para buscar
apoyo, información y colaboración; pero para la última sólo tiene
que ponerse manos a la obra para que comprendan que aunque no inicie
su idilio con las hormonas o el bisturí no les hace ser menos. Estas
personas han optado en algunos casos por el nombre o título de
transgéneros. A mí, a decir verdad, me parece innecesario dividir
más el colectivo y siempre me parecerá ridículo hacer un muro,
como un muro de la vergüenza, donde unos y otros nos confrontamos
cuando somos hijos del mismo deseo u origen.
En definitiva, por todo lo expuesto
arriba sólo podrán ver que es injusto que se use ese término y más
entre personas del colectivo. Los genitales no nos hacen ser quienes
somos. De hecho, la biología, esa que usan muchos en nuestra contra,
tiene un catálogo de más de cinco tipos de genitales o genitalidad
así mismo han demostrado que el XY y el XX es una terminología
anticuada, inexacta y vacía de fundamento. Hay neurocientíficos que
han indagado la mente humana en estos campos y han demostrado que un
cerebro de un hombre transexual es distinto al de una mujer cisgénero
en distintas áreas, al menos la activación de estas, pero idéntico
al de los hombres cisgéneros. Con el sexo opuesto, es decir con las
mujeres transexuales y cisgéneros, pasa exactamente lo mismo. Además
podemos afirmar que los genitales no son ni femeninos ni masculinos
en sus inicios, sino que se van desarrollando dependiendo de las
hormonas que inclusive absorbemos de nuestras madres. Entonces podemos decir que un
genital será masculino si es de un hombre, sea cisgénero o trans,
así como un genital será femenino si es de una mujer, sea cisgénero
o trans. No importa el tamaño, la forma o la forma en la cual nos
demos placer porque básicamente lo que tenemos entre nuestras
piernas no nos identifica como individuos de un sexo u otro, sino que
más bien somos nosotros quienes identificamos si eso que poseemos es
de hombre o mujer por quienes somos.
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